martes, 26 de diciembre de 2017

Mi llama

Regresa, y tras el infierno sufrido por su ausencia, aquí me tiene, como siempre, esperando ver esa sonrisa que alimenta mi llama. Mi mente sabe perfectamente que al marcharse renunció a mí, a lo  nuestro, a lo que podríamos haber creado juntos… Pero mi corazón la ignora, se tapa sus tiernos oídos, y emite esa dulce melodía que alimenta mis esperanzas. ¿Y sí…? Siempre la misma pregunta, esa que lo único que hace es confundirnos. Deberíamos de dejar de imaginarnos un futuro hipotético, el cual se halla muy alejado de la realidad.  

Sin embargo, aquí estoy como una tonta, sí como la tonta que siempre estuvo ahí para él, anhelando que su corazón me concediera un lugar especial. Un aposento donde poder permanecer siempre a su lado, y sentir que una parte de mí se halla en él. Yo le regalé la mejor sala, con un precioso trono en el centro, y él ignoro mi ofrenda. Suspiro, «cuántos de estos habré desperdiciado por él», pienso.

Las puertas se abren y, al verlo de nuevo, no puedo evitar sonreír. Me guste o no, estoy enamorada. Mira al frente. Me busca, quiero pensar. Una cálida sensación me atraviesa todo el cuerpo, al unirse nuestras miradas. Solo él es capaz de avivar esa llama que en su día prendió y que, aún hoy, continúa ardiendo por él, en mi interior. 


(Foto libre de derechos de autor, extraída de internet)

martes, 19 de diciembre de 2017

NIEVE


—Hemos llegado —dice papá, aún sentado frente al volante.

Mamá abre la puerta. ¡Qué frío! Me despierto de golpe. Mario, mi hermano, ha dejado su sillita. Vuelve a estar libre. «Se acabó la paz», pienso.

Bajo del coche. Me estiro tanto como puedo, para desentumecer mis patas.  Y aspiro un aire desconocido. Mis sentidos se ponen alerta.

Me detengo un segundo para comprobar que, efectivamente sigo suelta; no me han atado, y de la emoción me alejo de ellos, para sentir esa libertad que me han concedido. Frente a mí, una espesa alfombra blanca cubre el suelo. Me detengo de golpe.  La miro con recelo. Nunca antes había visto algo así. La olfateo, pero… sigo sin comprender qué es. Mama, papá y Mario llegan a mi altura, y… la pisan. Observo como sus patas se hunden en ella. «Se los está comiendo», pienso aterrada. Mi cola se oculta entre mis piernas, como si tuviese vida propia. Quiero ir junto a ellos, me están llamando, pero tengo miedo… Dudo. Pero me lanzo, me pueden las ganas de ir con mi familia. Y siento como mis almohadillas, al tomar contacto con esa extraña sustancia blanca, empiezan a arder.  Es una sensación intensa, pero… no desagradable; me gusta. Dejo que mi pata se hunda en ella, y un agradable temblor atraviesa mi cuerpo. Me siento viva. Hago lo mismo con las otras tres patas, y al ver que no me ocurre nada, corro hacia mi familia.

—Es nieve, Luna —me dice mamá.

Alzo la mirada hacia ella mostrándole mi lengua. Estoy feliz. De nuevo bajo la cabeza para echar otro vistazo a esa sustancia y, sin pensármelo dos veces, me la llevo a la boca. ¡Me encanta la nieve!




(Imagen libre de derechos de autor  extraída de internet)

En el pueblo



Imagen: viviendoelcampo.com

Las manos de Eloísa estaban rojas e hinchadas. Había olvidado traer los guantes para lavar la ropa del abuelo. Las vecinas charlaban y reían contando los últimos chismes, mientras enjabonaban y aclaraban su prendas respectivamente, en el lavadero comunal.
Eloísa se sentía como un personaje de época. En la ciudad no pasaban estas cosas. Las vecinas se veían en la escalera o, si acaso, al tender la colada y, como mucho, hablaban del tiempo, pero aquí en la aldea... todo era diferente y demasiado engorroso. Intentó convencer al abuelo, cuando supo que tenía que operarse de la vesícula, de que se fuese con ella. Pero el viejo era terco. "Ven tú, Marisita, reina, yo te doy el dinero" pero no era cuestión de pasta, diantre, sino de ritmo de vida. Así que Eloísa, que aquí sigue llamándose Marisita desde que el abuelo se empeñó en cambiarle el nombre de niña, no ha tenido otro remedio que viajar atrás en el tiempo, y llegar al momento de nuestra historia.
--Marisita, se te están quedando moradas las manos ¿quieres que acabe yo de aclarar tu ropa?--Pregunta Mari Pepa.
--No, no, gracias, ya estoy terminando ---responde Eloísa, mientras sumerge en el agua helada la camiseta interior de felpa del abuelo.
MVF

lunes, 18 de diciembre de 2017

Sospecha

Una sensación punzante despertó a Kate de madrugada. Sentía la frente atravesada por metales puntiagudos. En el espejo descubrió las primeras incisiones. Eran aguijones lacerantes que le abrían la carne.
Rota de dolor, se cubrió el rostro para ir a Urgencias. Los médicos se sentían incapaces de detener o aliviar aquella extraña dolencia.
"¡Dorian!" Recordó la fuerza de sus garras subiéndole el vestido y clavándole las uñas en las nalgas. Había conseguido zafarse pero la amenazó con arruinar su porvenir como modelo. La agotadora sesión fotográfica había acabado de forma humillante y, además, no publicarían el reportaje.
Cuando dos redactores de la revista forzaron el laboratorio de Dorian, se quedaron helados de espanto: una colección de fotografías femeninas perforadas con alfileres, púas y clavos adornaba las paredes. Todas aquellas modelos habían visto malograda su profesión.
Collage de Ulla Jokisalo 

sábado, 16 de diciembre de 2017

EL MALHECHOR ATRAPADO

Fotocomposición de Estrella Amaranto con imágenes bajadas de la red.

—J.G.A. Despacho de abogados. —respondió al teléfono.

Un leve jadeo y luego silencio es lo único que escuchó. Aquello le produjo cierta inquietud, aunque pensó que podría tratarse de alguna equivocación, de modo que volvió a su quehacer rutinario. 
De nuevo, el teléfono volvió a sonar. Lo descolgó de forma automática repitiendo la misma frase. Una vez más nadie le respondió, aunque volvió a escuchar el mismo resuello.
Comenzó a notar como su garganta se le secaba como un papel de lija. Poco después sintió unos fuertes pinchazos en el pecho seguidos de cierta asfixia.
Escuchó el timbre de la puerta y cuando ya estaba abriéndola se produjo un apagón general, que dejó todo a oscuras, poco después advirtió como un desconocido lo empujaba colocando la punta de su navaja en el cuello, lo que le provocó unas leves incisiones, por las que empezaron a brotar finos chorros de sangre. Sacó un punzón de hielo y procedió a clavárselo en el brazo para que no osara moverse de la silla en que lo había sentado, aunque él trató de defenderse arrojando a su raptor una figura de escayola a la cabeza, que no llegó a rozarle.

—Entrégueme el expediente con la lista de socios de la compañía Atlantic Free Trade —le amenazó el desconocido.

—¡Imposible! Se trata de un documento privado y no estoy autorizado para dárselo —contestó el abogado.

De pronto, Charly saltó desde la ventana abierta hasta la espalda del tipo, que no sabía cómo librarse de sus afiladas garras, clavándoselas profundamente y desgarrándole el jersey, mientras se giraba inútilmente para deshacerse del felino, que continuaba arañándolo sin piedad, lo que permitió que J.G.A. cogiera el punzón de hielo y se lo clavase en la sien, dejándolo abatido en el suelo.

Estrella Amaranto © Todos los derechos reservados

SABOR A TI



Cierro los ojos e intento dormir. Desde que te fuiste, grita tanto el silencio que me despierto, pierdo la noción del tiempo y todo me recuerda a ti.

Imposible olvidarte cuando aún me sabes, a noches de verano, de jazmines blancos perfumando los labios empapados del primer amor; a abrazos saboreando la canela de tu piel entre las olas al atardecer. Apenas tuvimos tiempo de paladear el fruto de la pasión, éramos tan jóvenes… el final de las vacaciones nos separó.

Aún permanece en mi boca tu sabor a nostalgia, a amarga despedida con un volveré, pero no fue así. El tiempo ha ajado mi rostro y mi cuerpo, pero no mi corazón. Aquí sigo, esperándote, con sabor a olvido y a esperanza, con el sabor de aquella emoción que nos despertó el amor.


Pilar Alejos Martínez.


Imagen obtenida de la Red.

miércoles, 13 de diciembre de 2017

LA VISITA (ESCRIBIENDO CON LOS CINCO SENTIDOS: TACTO FRÍO).



Era una mujer muy cariñosa, de las que te envuelven en abrazos interminables y besos que empapaban nuestras mejillas, tiernas y sonrosadas. Todos queríamos huir de esa señora gorda, que, además de estrujarnos con vehemencia, nos soltaba largas peroratas, totalmente incoherentes para nuestros inocentes oídos.
Ella venía todos los domingos en el coche de línea. En cuanto ponía el pie en la acera, soltaba gritos y risas, por doquier. Se abalanzaba literalmente sobre nuestra madre y, acto seguido, hacía lo mismo con papá. Ellos estaban acostumbrados y se limitaban a sonreír, amables. Luego nos tocaba a mis hermanos y a mí. Como éramos muy obedientes, soportábamos estoicamente sus arrechuchos, pero, en cuanto sus manos tocaban nuestra cara ahogábamos un grito de incomodidad, al notarlas, siempre, heladas. Daba igual si era verano o invierno, si momentos antes había sostenido una olla humeante de callos, para ayudar a servir la comida… nada. Lo que tenía de fogosa, lo tenía de témpano en esas extremidades. Nosotros, niños curiosos, deseábamos descubrir la razón de tanta frialdad en la tía Adelaida. Supusimos que dormía todas las noches con las manos metidas en hielo, para que no se le arrugasen. Hasta nos creímos lo que decían los mayores: “manos frías, amores todos los días” y empezamos a imaginar a la tía como si fuese una prostituta, a la que tanto “amor”, le provocase ese tacto frío. Nunca alcanzamos a comprobar nuestras sospechas, ya que no tardó en fallecer la buena señora.
Mis hermanos y yo hemos crecido. Pero, en nuestras reuniones, siempre sale a relucir la tía Adelaida y sus manos frías, de la que echamos tanto de menos sus abrazos, sus besos, y sus caricias heladas de indiferencia y plenas de ternura y calor.
María José Viz (13/12/2017)
(Foto tomada de Internet)

martes, 12 de diciembre de 2017

El camino que va a la ermita


Santuario de Las Ermitas (Orense)

La niña se ha detenido al borde del camino. El padre se agacha para verle los pies, maltrechos y desollados.
―Se me ha metido otro pincho, papá.
―Ponte los zapatos, hija, que ya estamos cerca―pide el hombre.
―¡No puedo! He de hacer caso a la madrina…
―¿Qué sabrá la madrina? Dios no quiere que sufras…
―¡Pero si me los pongo mamá no se curará! ¡Mira cuánta gente va bajando a la ermita de rodillas!
El padre asiente. Una lágrima muere en sus ojos antes de mojar su cara. Sabe que es inútil que insista. La madrina le ha metido a la pequeña, entre ceja y ceja, la idea del sacrificio. Y todos en casa apoyándola, echándole en cara a él que la niña no cumpla el ofrecimiento. Mira las heridas de sus pies con el corazón hecho añicos.
Cada diez pasos se detiene. Los ha contado. Ahora son seis. Menos mal que ya se divisa la ermita. Cuando llegan es de noche y la niña tampoco quiere ponerse los zapatos.
―Las piedras de la iglesia me alivian, padre.
El hombre ruega, ruega porque se cure su esposa y no se enferme ahora ella.
Pasan la noche en un establo.
―Ponte ya los zapatos, hija.
La niña obedece, más que nada para que su padre se duerma. Una vez que puede oír su respiración tranquila se descalza. Abre la puerta del establo y alarga sus pequeños pies hacia la intemperie:
¡Qué fresca y agradable es la lluvia sobre las heridas!

MVF©

JARDINES


Imagen sacada de la red

Recuerdo el tacto de los pétalos, cuando jugábamos a ser perfumistas, y tú hacías colonia de rosas y violetas, pero te salía un agua añil que usábamos de suavizante en el último aclarado del cabello. ¡Qué suave! nos decíamos, acariciándonos el pelo la una a la otra. Aún recuerdo mis manos pequeñas ahondando en tu frondosa cabellera. Muchos años más tarde, cuando la erosión del dolor comenzaba a hacer mella en tu cuerpo, y yo intentaba atesorar cada instante que vivíamos juntas, sigo recordando el tacto, frondoso, ahuecado, y tan suave... de tus cabellos.
A mi querida hermana Tere.

MVF


INSTANTES DE LEVEDAD Y TERNURA

Fotografía obtenida de la Red.
Cierro los ojos arropada por el fino manto de mi soledad y observando como se van desplegando suaves plumas que vagan por el silencio de un amanecer que empieza a despertarse en mi recuerdo. Nada ni nadie hará que me distraiga de esa eternidad que se columpia levemente en el terso latido de mi corazón. Poco a poco me voy dejando invadir por una extraña sensación de ternura inmensa que acaricia mi espíritu ingrávido. La respiración ensancha mis pulmones y el oxígeno va purificando mis células, mientras permanezco en ese estado de meditación. 
Observo como el tic-tac del reloj deja huellas imborrables, mientras el herrero pule su instrumento bruñendo las aristas que cortan los instantes como gélidas piedras. Entonces, sólo entonces, esa lógica perpetua destruye la sorpresa e impide que suba un nuevo pasajero al tren de la vida sin maletas a bordo y notando en la espalda el escalofrío de lo desconocido.
Una imagen me sorprende y permito que fluya dejándome caer en un abismo donde acaban por unirse los cuerpos tersos, como figuras de papiroflexia hechas con papel charol que irradian sonrisas de felicidad, mientras mis labios de terciopelo rojo buscan en la oscuridad los tuyos en esta apacible tregua.

De pronto, el llanto de un bebé interrumpe la sesión y es el momento justo de abrir los ojos, Adrián me reclama y no puedo perderme esa nueva oportunidad de memorizar la dulzura de sus gestos, cuando le miro embobada cogiéndole de los mofletes, tan sedosos y blandos, como el mullido abrazo del césped bajo mi espalda. Le observo con cuidado como se acurruca en mi regazo, parece un muñeco de felpa. Su delicadeza y ternura infinita me estremecen, cada vez que le miro y le susurro al oído lo que le quiero.

Estrella Amaranto © Todos los derechos reservados

MANO ENTREGADA

Fotografía de la Red,
recogida por Jesús Hernández 

Antonio tenía las manos ásperas por el trabajo en el campo y el corazón encogido por la distancia de una madre inexpresiva. Se limitaba a responder al afecto de su esposa con la urgencia del deseo.

El nacimiento de la niña abrió en su pecho un lago de aguas dulces y apacibles. Le acariciaba la delicada cabeza, le repasaba la frente, la línea de las cejas y las mejillas con las yemas de los dedos, deleitándose en su fina piel sedosa. 

La niña cerraba los ojitos y sonreía complacida. Después los abría para apretar con su manita el dedo de papá, lo agarraba con firmeza, con premura vital, y Antonio sentía una ternura desconocida que esponjaba todo su ser, un vínculo afectivo que lo unió a ella para siempre. 

Y aprendió a ser cariñoso también con la madre, a rodearla sin pretexto con sus brazos y a rozarla en silencio con la mirada. 

Para Antonio el regreso a casa por las tardes era una fiesta. Alzaba a su hija en el aire y besaba su carita de terciopelo, que quedaba enrojecida por la barba de varios días. En el invierno la sentaba sobre sus rodillas junto al fuego. Ella estiraba las manos. Las del padre respondían de inmediato: con la temperatura de las llamas, las frotaba fuertemente y envolvía las de la niña transmitiėndoles su calor. 

Ahora que el tiempo se le agota en una cama de hospital, es él quien busca el refugio de esa tersa mano entregada que le proporciona sosiego. Después le tantea el broche en forma de avión y le susurra:
-¡Qué viaje tan largo nos espera!  

lunes, 11 de diciembre de 2017

El sabor del amor

EL SABOR DEL AMOR

Noemí Hernández Muñoz

Foto: Pixabay



Es una estampa tan dulce que no me importa que Alba ensucie la carita de Aurora de helado al acariciarla. Hace un mes que perdimos a su padre en un accidente. Sucedió el día que di a luz a Aurora. Fue un momento amargo con un final agridulce. Él salió del trabajo a toda prisa porque me había puesto de parto. Supongo que condujo demasiado rápido a causa del nerviosismo. Alba estaba en un cumpleaños. No sabía que aquella tarde iba a perder a una persona y a ganar otra.

El momento amargo llegó cuando me encontré sola empujando. Ya entonces sabía que algo iba mal, que no era normal que Álex no hubiera llegado todavía. Algo en mi interior me dijo que estaba muerto. Pero en esos instantes no tenía tiempo para reflexionar por qué no estaba conmigo. Seguí empujando hasta que el parto terminó: al fin tuve en mis brazos a Aurora. Apenas pude saborear ese instante cuando llegó la madre de Álex y me dijo que ya él no estaba con nosotras.

Es difícil asimilar que cuando una vida viene otra se va. A veces olvidamos lo complejos que pueden ser los sentimientos y llegas al punto de que no sabes lo que sientes. Pero hoy, mirando a mis hijas, sé que puedo empezar de nuevo descubriendo el sabor del amor en pequeñas cosas: ver cómo Alba me ofrece probar su cucurucho de fresa y se acerca a su hermanita para acariciarla con las manos pegajosas. Se parecen tanto a Álex, que cuando me miran veo sus ojos, como si intentara decirme que incluso tan lejos como está nos quiere.

miércoles, 6 de diciembre de 2017

EL FUTBOLERO


Juan era un forofo incombustible de su equipo. El de sus sueños y desvelos. Todos los días saludaba a los jugadores, uno por uno, mirando el gran poster de su habitación; luego, se desprendía del pijama blaugrana y se duchaba, secándose con las toallas, adornadas con sus colores. A la hora de alimentarse disponía del menaje completo, con el escudo grabado en cucharas, tenedores, tazas, ollas…
Cuando Anselmo, su nuevo vecino, aceptó la invitación a comer en su casa, empezaron, afables, su conversación. Pero, como los recuerdos del equipo catalán estaban por toda la casa, Anselmo comenzó a sentirse incómodo. No era seguidor del Barça y, aunque lo fuera, le dijo, no sería capaz de hacer girar toda su vida alrededor de unos hombres dando patadas a un balón. Una vez que finalizó de hablar el incauto, Juan, colérico, introdujo uno de los tenedores de la colección en toda su yugular. Anselmo, sintió ese objeto punzante, inofensivo hacía un rato, cómo desgarraba su vida y su alma.
El fanático lo dejó agonizar, extrajo el tenedor y lo lavó con esmero. Acto seguido lo utilizó para terminar de comer el plato, aún humeante, que había dejado a medias.
(Foto de mi autoría)
[Escribir con los cinco sentidos. El tacto punzante]

sábado, 2 de diciembre de 2017

¿A qué sabe el amor?






  María tenía trece años cuando se dejó embrujar por primera vez con la magia de un soneto. Dejó escapar un largo suspiro y preguntó:

   −¿A qué sabe el amor, abuela? 

   Sofía permaneció unos segundos pensativa y dejó rodar por la camilla la madeja de lana turquesa que estaba desenredando.

   −El amor no tiene un sabor sino muchos, ratoncita.

   −¿Muchos? ¿Cómo es eso posible?

   Una carcajada de Sofía llenó de campanillas el silencio de la noche.

   −Es un enorme pastel de varios pisos. Si hundes la cucharilla en una de sus capas, te deleitarás con el sabor a limón y en otra, el azúcar te cosquilleará la punta de la lengua.

   María se relamió traviesa.

   −¿A qué sabía tu amor por el abuelo?

  −¡Mmmm! ¡Delicioso! Lo vi por primera vez paseando en bicicleta por la playa. Su mirada se tropezó con la mía y se llevó para siempre mi corazón. Después de aquella tarde, cada vez que lo veía, sentía escalofríos como si me hubiese tentado con una guindilla. El primer beso me lo robó a la salida del colegio: un beso chispeante como las burbujas del champán. Después de meses de noviazgo efervescente, degusté la dulzura de los años juntos. Pero, ¡ay, ratoncita!, se puede aborrecer el chocolate más delicioso. Los sinsabores de la vida, los desencuentros, los malentendidos, los orgullos heridos… ¡Ay! −suspiró mientras María arrugaba la nariz−. La acidez de esos momentos abre grietas en el alma que escuecen y te anegan en llanto. Pero los besos de nata de un bebé te vuelven golosa de nuevo y las caricias de la reconciliación te abren el apetito. En la vejez, el paladar se sosiega, se huye de los sabores intensos, te deleitas con un caldo caliente compartido en las frías tardes de invierno. Hasta que una helada, se lleva los últimos frutos de la pasión y te deja en su lugar el aroma de la amargura. 

  Una lágrima encontró un camino entre las arrugas. María la rodeo con sus brazos y dejó un leve beso en su mejilla. Sofía sonrió.

   −Ahora me he vuelto glotona de los bomboncitos de tus besos.





© Todos los derechos reservados.
Ana Madrigal Muñoz




Lobo de mar


La imagen puede contener: océano, agua, exterior y naturaleza
Foto: María José Viz Blanco

Sus grandes y arrugadas manos se acercaban al rostro del niño, cual cazador acechando a la presa. O, al menos, así lo sentía el pequeño. Este añoraba extraordinariamente el tacto suave de las manos de su madre, el abrazo infinito que aún recibía en sus mágicos sueños. Y era esa ausencia, tan presente en él, lo que le hacía alejarse de su abuelo.
El anciano ansiaba acariciar a su nieto y este rechazo constante le entristecía, cada vez más. Tanto es así que aquella noche tormentosa de noviembre retornó al mar, del que se había despedido años atrás. Las olas, con suavidad inusitada, lo empujaron al lugar más profundo y más vacío que jamás haya existido.

María José Viz Blanco (30/11/2017)

jueves, 30 de noviembre de 2017

TU RECUERDO

Tu recuerdo me sabe a amor. Un conjunto de sabores, sensaciones y olores. 
Cítricos, claros y penetrantes, como el sol de las mañanas de verano, los colores de las telas y los hilos. Dulce en primavera, sabor a canela y ceniza de Miércoles Santo, agridulce como el domingo de Ramos de estrenos y paseos. Y tu amor. 

Luego en otoño, triste sabor salado, mezcla de la lluvia con tus lágrimas, cuando, escondida, no te sabías observada. Sabor de sueños. De Garbancito, de los cuentos de pequeña, de tu cariño pausado.
Tardes dulces de merienda de chocolate, de postres de membrillo, sabor picante de tus chistes con guindilla. “Solo le confieso al cura que me gustan los chistes y las películas verdes” me guiñabas un ojo con tu risa traviesa. 

Muchos días también de sabor amargo. A hiel de sufrimientos, de incomprensión de los momentos raros. Y después el peor de todos: Ese limbo de nadie de todos los sabores, el insípido…el de tu ausencia.
Al conjunto final de todos ellos yo lo llamo sabor de amor. Sí. Tu recuerdo me sabe a amor. Amor para siempre.
(Manoli Asenjo)
fotografía: Manuel Asenjo Pérez

miércoles, 29 de noviembre de 2017

Con los 5 Sentidos ejercicio 4

Iniciamos un ejercicio nuevo que lleva por nombre: Escribiendo con los cinco sentidos, el cual, como su nombre indica, consiste en basar nuestro escrito en un sentido determinado que tendrá un papel importante en la historia que narremos.

1- Hemos comenzado por el SENTIDO DEL GUSTO

A lo largo de varias semanas los textos se han basado en diferentes sabores:

Sabor Dulce: Bajo esta categoría englobamos los textos de este sabor y hemos saboreado moras, pasteles, magdalenas de chocolate, macarons, merengues, comida italiana... que han dado el toque dulce a nuestras letras y endulzado la vida de los personajes.

Sabor Salado: En este sabor ha predominado el mar. La sal del mar, el sabor de las olas,  la sal a través de alimentos como las pipas, la sal combinada con el limón, la sal de la vida, en definitiva, y en sus múltiples manifestaciones.

Sabor Amargo: El sabor amargo nos ha traído agruras, representadas a través de la aceituna, de la acidez; tragos amargos por los que pasan los personajes, que nos llevan a las distintas formas de representar la amargura.

Sabor Umami: Este sabor abarca el Sabor por excelencia, que puede ser interpretado de diversas formas: ¿A qué sabe el mejor sabor? ¿Cuál es el sabor de la resiliencia? El sabor de casa, el sabor de los tuyos, ese sabor particular que es único para cada quien.

Sabor del Amor: Como broche final a este creativo ejercicio, tenemos este polémico y tan descrito sabor. ¿A qué sabe el amor incondicional? ¿Amor de pareja? ¿Amor materno? ¿Amor a la propia vocación? Los textos de las compañeras, como siempre, nos han dejado diversas interpretaciones.







LA CONCLUSIÓN: UN EJERCICIO QUE SE DISFRUTA



-A continuación hemos abordado el sentido del Tacto en algunas de sus variantes:

-Tacto Suave
-Tacto Frío
-Tacto Cálido
-Tacto Sedoso
-Tacto Punzante
-Tacto Electrizante

-Continuamos con el sentido del Olfato y hemos podido oler diferentes aromas a través de la escritura, aromas libres en el que cada autora escogió bajo su inspiración.

-En el sentido del Oído nos hemos basado en algún sonido o canción inspiradora, también de forma libre.

- En el sentido de la Vista hemos intentado darle protagonismo en la historia a algún elemento visual que marca profundamente a sus protagonistas, como escenas que presencia o detalles significativos.

-Por último en el "Sexto sentido" hemos hablado de esas "percepciones" que tienen los protagonistas, premoniciones, sueños, o situaciones inexplicables que todos hemos sentido alguna vez o por las que, al menos, nos hemos preguntado.

Podéis buscar los textos en las distintas etiquetas.








Para leer los textos buscar las siguientes etiquetas en el lateral 

Sentido gusto:
-Escribiendo con los cinco sentidos, Sabor dulce/ Sabor amargo/ Sabor salado/ Sabor umami/ Sabor del amor.
Sentido Tacto:
-Escribiendo con los cinco sentidos, Tacto suave/ Tacto sedoso/ Tacto cálido/ Tacto frío/ Tacto punzante/ Tacto electrizante.
Sentido Olfato:
-Escribiendo con los cinco sentidos, Olfato
-Escribiendo con los cinco sentidos, Vista
-Escribiendo con los cinco sentidos, Oído


Finalmente, el Sexto sentido, aparece reflejado en un nueva categoría:

-Escribiendo con el sexto sentido.


¡Esperemos que disfrutes leyendo los textos como nosotras hemos disfrutado escribiéndolos!




(Recordad que si entráis en la página desde el dispositivo móvil habréis de pulsar en "ver versión web")

La bailarina y el baile



Imagen sacada de la red

No le importaba. No le importaba salir de la clase de baile a la mitad, sin dar ninguna explicación. No tenía tiempo de cambiarse ni de ponerse los zapatos. Lo había visto pasar por la ventana, y a él tampoco parecía importarle mucho la lluvia, no después de que ella le hubiese dicho que se iba de gira con la compañía y que mejor lo dejaban. Todavía podía sentir el sabor delicioso de sus labios y el roce de su lengua cuando se saludaron. ¿Por qué le había dicho semejante tontería? Salió a la calle llamándolo a gritos. ¡Si ni siquiera había querido nunca ser bailarina! Era su madre quien bailaba dentro de ella, quien le decía continuamente lo bien preparada que estaba. Pero no. No estaba preparada en absoluto para seguir bailando como una tonta, mientras el amor de su vida se alejaba.
MVF©

Rumor de selva


Sabe el amor a savia tierna
que asciende por las venas,
a llamada vegeta
primigenia,
a densos ramajes
que convocan en la penumbra
suspiros de hojas trémulas,
bocas anhelantes
que musitan palabras
recién estrenadas,
la fiesta de los cuerpos
que se enlazan
hundiendo sus raíces
en tierra no hollada.
Sabe el amor a dulce tormenta
de madreselva,
a humedades frondosas,
a sudor de río,
a deseo que empapa,
como lluvia fértil,
la piel estremecida,
los ávidos labios.
Sabe el amor
a carne entregada.
Marc Chagall, Les Amants (1959)

Beso primaveral

La fotografía es de mi autoría



Al regresar del paseo matinal, la pareja de enamorados seguía allí, en las tablas de la pasarela que bordea la playa de Los Peligros. Seguían en el mismo lugar, en la misma postura, de pie, los dos enlazados amorosamente; la única diferencia es que ya no les unía el beso prolongado. Los dos eran jóvenes, él alto y delgado, ella más baja, morena, de pelo ensortijado; llevaba unos vaqueros y unas playeras rojas tipo Converse.
Al pasar junto a ellos, les miré furtivamente y contemplé sus rostros ensimismados, él con los ojos cerrados dejaba que ella le acariciara suavemente la mejilla con su nariz; los dos acunados por el leve sonido de las olas y rozados por los rayos de un sol primaveral.
Me recordaron una escultura de Camille Claudel, El Vals, en ese caso se hubiera titulado,El Beso primaveral.


lunes, 27 de noviembre de 2017

Amor verdadero solo hay uno

ESCRIBIENDO CON LOS CINCO SENTIDOS: SABOR DEL AMOR.
TITULO: Amor verdadero solo hay uno
El amor verdadero sabe a vida,
sabe a valentía y deseo,
sabe a nervios e incertidumbre.
El amor verdadero tiene hojas de calendario
y citas de agenda,
tiene rutinas que cumplir.
El amor  verdadero huele a humanidad,
huele a ternura y a miradas,
huele a los  besos más  sinceros.
El amor verdadero tiene la voz más bonita y  dulce que jamás vas a  escuchar.
Tiene musicalidad, ritmo,  alegría y miedos, todo junto...
El amor verdadero tiene olor
a grandes dosis de paciencia,
a muchas noches sin dormir,
a cansancio acumulado...
Al amor verdadero no le importa su ropa
ni su pelo, solo le importas tú.
Te lo da todo sin pedir nada y
rascar tiempo al reloj y a su vida
para seguir ahí, junto a ti.
El sabor del amor verdadero eres tú, mamá.
Mi Libro En Blanco Orgav

Limón, sal y tortas.

Laura me ha dicho que tome zumito de limón. Dice que su abuelo, que es camionero, lo usa todas las tardes antes de ir a cantar al karaoke y que tiene  una voz magnífica.
He pensado en ello y se lo he dicho a mamá  pero  dice que el limón  es muy fuerte y que se come el esmalte de los dientes. Así pues  no estoy muy convencida  al respecto.
Érika dice que debo tomar mucha sal, que me va a ayudar mucho. Dice que ella, cuando va al cine, come muchas pipas con aguasal y que, al rato,  nota un cosquilleo en la garganta y su voz es diferente.
Confieso que esta idea me llamó  la atención pero, al comentarlo con mamá, me ha dicho que es una locura, que los niños no debemos  tomar tanta sal,  que podemos  enfermar. Entonces me salió  otra vez con lo de la paciencia,  que aún tengo que crecer...
Mi hermano Roberto dice tener una solución, dice que, con un buen par  de tortas, conseguiría  mi propósito más  rápido y, claro,  que él  está  dispuesto a ayudarme cuando yo quiera...
¡Qué listo!  El cabeza hueca se cree que voy a caer en su trampa.
En fin, estoy que no sé muy bien que voy a hacer...  ¡Necesito  que mi voz empiece a ser diferente! Me encantaría poder escuchar a la niña que está en mí  y que se marche, de una vez por todas, este Marcos que odio con todas mis fuerzas y que me tiene atrapada...
Mi Libro En Blanco Orgav

¿Infierno o Paraíso?

"No hay nada más bello que lo que nunca he tenido, nada más amado que lo que perdí"

(Canción "Lucía", de Joan Manuel . Serrat)

¿Qué se podría decir de un amor que no existe, irreal como un sueño, que sólo vive en la imaginación pero que duele, que quema, que trastorna hasta hacerte enloquecer? Cuatro o cinco encuentros. El primero de adolescentes, casi sin palabras, sólo miradas furtivas y un rubor encendiendo las mejillas. Sus ojos claros quedaron grabados a fuego en los de ella y se dijo que lo amaría por encima de todas las cosas. Siempre. Juró nunca más lavarse la cara después de aquel beso de despedida.

Las veces siguientes ambos tenían su vida encauzada: una familia, unos hijos, esos encuentros entrañables, casi felices, en los que el corazón, ante su presencia, late más y más fuerte, tanto que temes que sus latidos se escuchen alrededor y revelen este sentimiento que pugna por salir del pecho. Otro adiós y otro abrazo que incendia el alma.

Uno se pregunta si el amor se parece al infierno o al paraíso. No hay respuesta, mucho menos podría especular sobre su sabor.

De nuevo vivir sólo para contar los días, los meses, los años, que transcurren hasta la próxima reunión, esta vez triste, tanto que las lágrimas del encuentro se funden con las del adiós; crees que el alma se te va a romper en pedazos y te preguntas: "¿Y si él me ama también"; intentas convencerte de que esas miradas, esas tiernas palabras no son casuales, de que hay mucho fuego bajo esos cálidos abrazos, pero aunque tu corazón desee proclamarlo a gritos tú debes callar... Esperar, esperar al próximo encuentro. Anhelar que esta vez no haya más despedidas, que se hunda el mundo, que sólo quedéis los dos en el planeta y estar juntos, unidos para siempre.

©MJTriguero2017

Imágenes extraídas de Internet


domingo, 26 de noviembre de 2017

MI ISLA


Llegaste a mi vida cuando ya no necesitaba a nadie, cuando ya me había acostumbrado a estar sola. Desde el principio fui sincera contigo. Te avisé que, para el amor, mis puertas estaban cerradas.

Quisiste enseñarme a volar mientras acompañabas mi vuelo. Intentaste arropar mi soledad con tu presencia; provocar el deshielo de mis sentimientos para que abandonase el invierno que los envolvía. Lamiste la sal de mis heridas para después curarlas con tus besos. Me llamaste “isla” y quisiste habitarme, construir un futuro sobre mis cenizas para, con tu aliento, juntas poder volver a arder.

Pero, no te diste cuenta que en mi cielo no había ventanas y en mi orilla solo quedaba arena y sal.

Incapaz de saltar las olas cargadas de recuerdos que me golpeaban, te ahogaste en mi mar.


Pilar Alejos Martínez.



Imagen extraída de la red.

viernes, 24 de noviembre de 2017

SABOR A TI

Foto de mi autoría.
-Cuando sea grande me voy a casar con Agustina, con eso de besos en la boca y todo.
-A mí me parece, que cuando sean grande, tú y Agustina, van a tener ganas de casarse con alguien que no sea un primo o una prima. Creo que van a querer casarse con alguien que no conocen. Pero ya veremos Arturo…
Di por zanjada la cuestión de esta forma, tan inesperada como divertida. Hacía tiempo que veía a mi nieta Agustina con sus preciosos cuatro años, tan emparejada y compinche con su primo Arturo, apenas unos meses menor.
Como buena mujer, comandaba el juego y Arturo, la secundaba y se dejaba llevar, complacido hasta la fascinación, que a esa edad, puede ejercer una prima unos meses mayor, tan avispada como seductora.
En el porche de la granja, donde transcurría el verano en familia, me encontraba disfrutando de Homero y su Odisea rescatada de la vieja biblioteca, cuando Agustina vino a acurrucarse en un almohadón a mi costado.
-Abuela, ¿ a qué saben los besos?- asaltó con la pregunta.
-Bueno… supongo que te refieres a los besos que se dan los enamorados en los labios.
-Sí abue, esos, ¿Qué gusto tienen? Porque a mí me parece que no me va a gustar que me den besos así. Me gustan los besos que me das tú en la frente, o los que me dan papá y mamá, antes de dormir.
-Cuando crecemos, los gustos por muchas cosas van cambiando. Por ejemplo, a tu edad, odiaba comer alcachofas. Hoy, es uno de mis platos preferidos. A tus años, yo ni siquiera pensaba en besos en la boca, solo cuando ya tenía veinte años, y conocí a tu abuelo, me enamoré de él perdidamente y comencé a soñar con besos que solo él me supo dar. Ahora que lo pienso, tenían gusto a frambuesa: dulces, jugosos, intensos. Así es, los besos del abuelo tenían su dulzura, su color, su ternura. Ya me contarás tú, cuando llegue tu tiempo, qué sabor tienen los besos, seguro que tendrán sabor a un chico muy guapo, que te robará el corazón.
Agustina, se quedó dormida. El día había sido intenso. Por lo bajo, la radio susurraba un bolero. Me quedé mirando el rojo del atardecer dormirse en el horizonte, mientras mis labios entonaban el estribillo: ”en la boca llevarás, sabor a mi”


Autora: Vivian Rodríguez Dorgia