miércoles, 6 de diciembre de 2017

EL FUTBOLERO


Juan era un forofo incombustible de su equipo. El de sus sueños y desvelos. Todos los días saludaba a los jugadores, uno por uno, mirando el gran poster de su habitación; luego, se desprendía del pijama blaugrana y se duchaba, secándose con las toallas, adornadas con sus colores. A la hora de alimentarse disponía del menaje completo, con el escudo grabado en cucharas, tenedores, tazas, ollas…
Cuando Anselmo, su nuevo vecino, aceptó la invitación a comer en su casa, empezaron, afables, su conversación. Pero, como los recuerdos del equipo catalán estaban por toda la casa, Anselmo comenzó a sentirse incómodo. No era seguidor del Barça y, aunque lo fuera, le dijo, no sería capaz de hacer girar toda su vida alrededor de unos hombres dando patadas a un balón. Una vez que finalizó de hablar el incauto, Juan, colérico, introdujo uno de los tenedores de la colección en toda su yugular. Anselmo, sintió ese objeto punzante, inofensivo hacía un rato, cómo desgarraba su vida y su alma.
El fanático lo dejó agonizar, extrajo el tenedor y lo lavó con esmero. Acto seguido lo utilizó para terminar de comer el plato, aún humeante, que había dejado a medias.
(Foto de mi autoría)
[Escribir con los cinco sentidos. El tacto punzante]

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